sábado, 17 de mayo de 2008

Alas rotas.





En la vida de todo joven hay una "Selma", que súbitamente se le aparece en la primavera de la vida, que transforma su soledad en momentos felices, y que llena el silencio de sus noches con música. Mi vida era un estado de coma, vacía como la de Adán en el Paraíso, cuando vi a Selma en pie, ante mí, como una columna. de luz. Era la Eva de mi corazón, que lo llenó de secretos y maravillas, y que me hizo comprender el significado de la vida.

Hoy, después de haber transcurrido muchos años, no me queda de aquel hermoso sueño sino un cúmulo de dolorosos recuerdos que aletean con alas invisibles en torno mío, que llenan de tristeza las profundidades de mi corazón, y que llevan lágrimas a mis ojos; y mi bien amada, la hermosa Selma, ha muerto, y nada queda de ella para preservar su memoria, sino mi roto corazón, y una tumba rodeada de cipreses. Esa tumba y este corazón son todo lo que ha quedado para dar testimonio de Selma.

Oh camaradas de mi juventud! Os conjuro, en nombre de aquellas vírgenes que vuestros corazones han amado, a que coloquéis una guirnalda de flores en la desamparada Tumba de mi bien amada, pues las flores que coloquéis sobre la tumba de Selma serán como gotas de rocío desprendidas de los ojos de la aurora, para refrescar los pétalos de una rosa que se marchita.

Cada vez que iba yo a pasear por aquellos campos volvía decepcionado, sin saber la causa de mi decepción. Cada vez que miraba yo el cielo gris sentía que el corazón se me encogía. Cada vez que oía yo el canto de los pájaros y los balbuceos de la primavera, sufría, sin comprender la razón de mi sufrimiento.

La soledad tiene suaves, sedosas manos, pero sus fuertes dedos oprimen el corazón y lo hacen gemir de tristeza. La soledad es el aliado de la tristeza y el compañero de la exaltación espiritual. Tal tristeza que me obsesionaba en mi juventud no era por falta de diversiones, porque si hubiera querido las habría tenido; tampoco era por falta de amigos, porque habría podido tenerlos. Tal tristeza obedecía a un dolor interno que me impulsaba a amar la soledad.

La verdadera belleza reside en la concordancia espiritual que llamamos amor, y que puede existir entre un hombre y una mujer.
¿Acaso mi espíritu y el de Selma se tocaron aquel día en que nos conocimos, y aquel anhelo de llegar hasta ella hizo que la considerara la más hermosa mujer bajo el sol? ¿O acaso ¿Estaba yo intoxicado con el vino de la juventud, que me hacía imaginar lo que nunca existió? ¿Acaso mi juventud cegó mis ojos naturales y me hizo imaginar el brillo de sus ojos, la dulzura de su boca y la gracia de todo su cuerpo? ¿O acaso fueron ese brillo, esa gracia y esa dulzura, los que abrieron mis ojos y me mostraron la felicidad y la tristeza del amor? Difícil es dar respuesta a estas preguntas, pero puedo decir sinceramente que en aquella hora sentí una emoción que nunca había tenido; un nuevo cariño que se posaba calmadamente en mi corazón.
En cada visita percibía un nuevo significado de su belleza, y una nueva intuición de su dulce espíritu, hasta que la joven llegó a ser como un libro cuyas páginas pude entender, y cuyos elogios podía yo cantar, pero que nunca podría terminar de leer.


Gibran khalil

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